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miércoles, 28 de enero de 2015

TEXTOS. Ray Bradbury.




RAY BRADBURY 
Introducción de "Cuentos Espaciales"







Si alguna vez te has preguntado cómo es que Ray Bradbury era capaz de escribir lo que escribía y como lo escribía, con la desbordante imaginación que poseía, la sensibilidad que tenía para ver lo que los demás no veíamos si él no nos lo hacía ver, y la intuición poética que tuvo siempre al escribir, en este texto que es parte de la introducción del libro "Cuentos Espaciales", el mismo Bradbury lo explica.




Julio Verne fue mi padre.
H.G. Wells fue mi tío sabio.
Edgar Allan Poe era el primo con alas de murciélago que guardábamos en lo alto del desván.
Flash Gordon y Buck Rodgers fueron mis hermanos y amigos.
Ahí tienen mi linaje.
Añadiendo, por supuesto, el hecho de que, muy probablemente, Mary Wollstonecraft Shelley, la autora de Frankenstein , era mi madre.
Con una familia así, de que manera podría haber salido distinto a como salí: un escritor de extrañas fantasías y cuentos de ciencia ficción.
Viví en lo alto de los árboles, junto a Tarzán, buena parte de mi vida, con mi héroe Edgar Rice Burroughs. Cuando abandoné el follaje de un envión, pedí una máquina de escribir de juguete de Navidad, durante mi duodécimo año. En esa máquina destartalada escribí mis primeros episodios imitando John Carter, jefe de los guerreros de Marte, y episodios enteros de Chandú el Mago, de memoria.
Envié cupones y creo que me asocié a todas las sociedades secretas de radio que existían. Guardaba tiras cómicas, la mayoría las tengo todavía... Iba a las matinales de cine. Devoraba las obras de H. Rider Haggard y Robert Louis Stevenson. En medio de mis veranos infantiles, saltaba alto y me sumergía profundamente en el vasto océano del Espacio, mucho, mucho antes de que la Era Espacial misma fuera más que una motita de mosca en el telescopio de doscientas pulgadas de Monte Palomar.
En otras palabras, estaba enamorado de todo lo que hacía. Mi corazón no latía, explotaba. Yo no me entusiasmaba con un tema, yo desbordaba, Siempre he corrido ligero y gritado fuerte a causa de una lista de cosas grandiosas y mágicas sin las cuales sabía, simplemente, que no podía vivir.


RAY BRADBURY. 









jueves, 18 de julio de 2013

TEXTOS. Petrovic.



GORAN PETROVIC
"La mano de la buena fortuna".





...y luego a la derecha, por la puerta de dos hojas abiertas de par en par- el cuarto con libros, Jelena tuvo la impresión de llegar a un jardín, aunque no había ninguna planta alrededor...Tal vez se debía a tanta luz que irrumpía por las cortinas de punto grueso que, además, nunca estaban corridas. Bandadas enteras de reflejos poblaban el cuarto cuya pared oriental tenía una enorme ventana de cinco hojas, cada una de ellas dividida en nueve partes; esa profusión de vidrios hacía pensar en el invernadero de un jardín botánico donde en lugar de plantas crecían libros...

La anciana bien conservada entraba allí limpiándose los zapatos en el tapete del pasillo. Vestida de gala, como los demás se arreglarían para una fiesta, con guantes de hilo y sombrero de rigor, nada más para soñar ociosa como si se encontrara bajo la misteriosa sombra de una parra frondosa; o para cuidar pacientemente sus arriates y las copas de sus árboles, o para afligirse junto a un lugar abandonado como junto a una rama cortada, o avistar cada brote nuevo, asolear y revisar las viejas ediciones hace tiempo apartadas de la vista, proteger con celo las hojas frágiles del mal de desprendimiento...


jueves, 6 de junio de 2013

TEXTOS. Ray Bradbury.



RAY BRADBURY.








La forma en que escribo mis novelas puede describirse como imaginar que voy a la cocina a freír un par de huevos y luego encontrarme cocinando un banquete. Empiezo con cosas muy sencillas que luego se asocian entre sí con más cosas hasta que me levanto y corro y me siento ansioso por descubrir la siguiente sorpresa, la siguiente hora, el siguiente día o la siguiente semana.



Ray Bradbury.



sábado, 16 de febrero de 2013

TEXTOS. Auster.



PAUL AUSTER
"La trilogìa de Nueva York"
 
 
 
 
 


Quinn estaba volviendo a enrollar el cordel para hacer un nuevo intento cuando Auster y su esposa entraron en la habitación. Levantó la vista y vió primero a la mujer. En ese único y breve momento supo que tenía problemas. Ella era alta, delgada, rubia, uns belleza radiante, con una energía y una felicidad que parecìan hacer invisible todo lo que la rodeaba. Fue demasiado para Quinn. Sintió como si Auster le estuviera atormentando con todo lo que habìa perdido, y reaccionó con envidia y rabia, con una lascerante autocompasión. Sí, a él también le gustaría tener aquella mujer y aquel niño, estar sentado todo el día pariendo bobadas sobre libros antiguos, estar rodeado de yoyos y tortillas de jamón y plumas estilográficas. Rezó para sus adentros pidiendo la salvación.

La mujer le dirigió una sonrisa, dijo que se alegraba de conocer a Quinn como si lo dijera sinceramente y luego le tendió la mano...-¿Procede usted de Noruega?
-Indirectamente -dijo ella- , pasando por Northfield, Minnesota.
 
Y entonces se rió y Quinn sintió que un poco más de sí mismo se derrumbaba.*
 
 
 
 
 
* Tomado de "Ciudad de cristal", novela de Paul Auster, perteneciente al libro "La trilogía de Nueva York".