lunes, 9 de septiembre de 2013

LIBROS. De que hablo cuando hablo de correr.




De qué hablamos cuando hablamos de amor
Gabriela López García.








What We Talk About When We Talk About Love. 
Raymond Carver

Para quienes me han seguido en mis composiciones sobre arquitectura, les diré de entrada que hoy escribiré sobre literatura, otra de mis pasiones y no sobre edificios sagrados, llámense templos o iglesias.

Algunas de las novelas que he leído, se deben a que mi hijo me ha pedido que se las compre. En cierta ocasión, el pedido se trató de la novela de Haruki Murakami, Tokio Blues. Recuerdo que me platicó el argumento central y le comenté que algún día lo leería. De ese momento para acá pasó mucho tiempo y me dediqué a leer a otros autores.

Me enfrente con la escritura de Murakami después de leer la novela de Ken Follet, Un mundo sin fin continuación de su obra emblemática Los pilares de la tierra. Dos hermosas novelas que conjugan magistralmente dos de mis tres pasiones artísticas, literatura y arquitectura. En ambas obras se describe con ligereza y pasión las catedrales góticas. De verdad que leyendo aprendes algo del mundo y de ti mismo.

Pues bien, después de leer a Follet quise sumergirme en el mar de la arquitectura gótica. Ya escribí algo al respecto. Pero lo que enriquece es mirar, ver, observar aquellos majestuosos edificios que han resistido las severidades del tiempo. pero me estoy desviando de Murakami y estábamos en que después de leer a Follet, cogí uno de los libros de Murakami que están en el librero de mi casa.

Se me ocurrió tomar un libro cuyo título reza así Sauce ciego, mujer dormida, una colección de relatos escritos entre 1979 y 2005. Ahora  sé que es una colección de relatos, pero en aquel momento en que lo tomé con mis manos pensé que era una novela. La lectura de esta serie de relatos me dejó realmente desconcertada, pues no sabía qué final tendría cada relato. Regularmente cuando tienes afición por las novelas y los cuentos, el autor te da la pauta del final al inicio de los mismos. Sin embargo, esta regla aprendida por mí se rompió con los cuentos de Murakami. Puedo decir que pese a ello, los relatos me gustaron por su frescura e imprevisibilidad.  

Inmediatamente después de terminar Sauce ciego, mujer dormida tenía en mis manos otra obra de Murakami titulada De qué hablo cuando hablo de correr. Relato autobiográfico que toma prestado con suma maestría el título de una serie de relatos cortos de Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor. Según narra, el propio Murakami la esposa de Carver. Tess Gallagher, permitió que se tomará el título de una de las obras de su esposo para ser parafraseada.

Pienso que Murakami al tomar el título De qué hablamos cuando hablamos de amor  para denominar a su obra De qué hablo cuando hablo de correr hace un elogio al amor porque para él correr es amarse a sí mismo y esta obra que hoy nos ocupa, es una obra del amor para el amor. Como ya existía el título de la serie de cuentos de Carver, bien pudo decir: De qué hablo cuando hablo de amor.

Amarse a uno mismo es otra expresión del amor. Casi siempre pensamos en el amor de pareja cuando hablamos de amor. Pero según los expertos existe el amor filial, el amor maternal, el amor a dios y el amor carnal por mencionar algunas de las manifestaciones del amor.

El relato autobiográfico de Murakami es un relato sobre el amor a uno mismo, pues expone con sinceridad profunda el coste que significó correr y amoldar un cuerpo para las carreras de fondo. A él le gustan las maratones, correr casi 42 y cacho de kilómetros en un determinado lapso de tiempo, narra cómo fue su carrera de Atenas a Maratón. Dice que quiso recorrer la distancia que hizo célebre este tipo de competencia en la antigua Grecia y que hoy llamamos Maratón. Por las condiciones del tiempo Murakami hace el recorrido inverso de Atenas a Maratón y no de Maratón a Atenas.

Lo que me sorprendió y, además me proporcionó un nuevo conocimiento, es que los corredores de fondo buscan con afán las maratones de ciudades importantes en el mundo. Murakami ha corrido muchos maratones famosos como el de Nueva York y el de Boston. Pero lo que no tiene nombre, para mí, porque si lo tiene es la ultra maratón de 100 kilómetros en el lago Saroma (Hokkaido), una isla perteneciente a Japón.

Murakami puso empeño en esta carrera y midió sus logros en esta profesión. Considero que es una profesión, aunque Murakami corre por amor y no compite, no busca la gloria y el triunfo, su único contrincante es el mismo. Frente a él, pierde o gana. Una actitud aleccionadora para formar el carácter y la formación de la persona.

No pretendo hacer un análisis de esta obra de Murakami, lo único que pretendo es invitar a los lectores de este blog a que se acerquen a este relato autobiográfico, la segunda que para mí tiene un fuerte significado porque me enseña que la vida es una serie de logros, a veces somos conscientes de ellos, pero la mayor de las veces pasan desapercibidos y creemos que nuestra vida es plana y aburrida. 

También es una enseñanza de valores como la fortaleza y la perseverancia, pero estos no se logran si no los incorporamos en nuestra vida cotidiana a través de una serie de actitudes denominadas virtudes. En este sentido, Murakami no enseña que es la fortaleza, sino que nos muestra que para correr se tiene que ser fuerte. Nos habla de la perseverancia en la medida en que él es una persona perseverante.

Así valores, virtudes, pasiones y sentimientos se combinan  en un escritor que quiere ser corredor de fondo o en un corredor de fondo que quiere ser escritor.

La segunda biografía que me dejo profundamente marcada es la de Paul Feyerabend conocido ampliamente en el círculo de los filósofos por su obra "Contra el Método", su biografía se llama Matar el tiempo y es una profunda reflexión sobre la vida al final de la vida. Pero esto es "harina de otro costal".

Finalmente, toda nuestra vida no es más que una serie de actos de amor y algunas veces nos ponemos hablar de ellos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario