domingo, 17 de febrero de 2013

ERÓTICAS. Vassallo-Miklos.


VASSALLO-MIKLOS



A la partida de mis papás le siguieron los pasos en la escalera.

Calculé el tiempo que le llevaría a mi hermano desvestir a Milena, colocarse encima de ella y penetrarla.

No fallé.

Cuando abrí la puerta de su cuarto, András apenas se preparaba para embestir a Milena, colocada en cuatro puntos sobre la cama, la grupa alzada.

El chiflón hizo que mi hermano menor apretara las nalgas.

No se volvió a verme, pero su estertor acusó su conocimiento de mi presencia en el umbral.

András se vino un instante antes de iniciar su cópula con Milena, su semen vertido sobre la colcha, ni siquiera alcanzó a bañar su piel.

Abatido, mi hermano menor se dejó caer sobre ella, su cuerpo aùn sin mancillar, y se refugió más allá de uno de sus hombros, entre su lacia cabellara negra.

Milena se asomó a verme por encima de su otro hombro, el gesto de frustración transformado  en lúbrica sonrisa.

Cerré la puerta.

Regresé a mi cuarto.

Quince minutos después, Milena llegó a hacerse cargo de la erección que amasé para recibirla.

Antes incluso de tocarla, ella se sentó sobre mi regazo y se dejó rellenar la entraña por mi pene enhiesto, un monumento a la disponibilidad.

La cópula fue breve pero feroz.

Ella ahogó un gemido pero yo no contuve el bramido de placer cuando me desparramé en su interior^.


Tomado de "Brama", novela de David Miklos.

sábado, 16 de febrero de 2013

TEXTOS. Auster.



PAUL AUSTER
"La trilogìa de Nueva York"
 
 
 
 
 


Quinn estaba volviendo a enrollar el cordel para hacer un nuevo intento cuando Auster y su esposa entraron en la habitación. Levantó la vista y vió primero a la mujer. En ese único y breve momento supo que tenía problemas. Ella era alta, delgada, rubia, uns belleza radiante, con una energía y una felicidad que parecìan hacer invisible todo lo que la rodeaba. Fue demasiado para Quinn. Sintió como si Auster le estuviera atormentando con todo lo que habìa perdido, y reaccionó con envidia y rabia, con una lascerante autocompasión. Sí, a él también le gustaría tener aquella mujer y aquel niño, estar sentado todo el día pariendo bobadas sobre libros antiguos, estar rodeado de yoyos y tortillas de jamón y plumas estilográficas. Rezó para sus adentros pidiendo la salvación.

La mujer le dirigió una sonrisa, dijo que se alegraba de conocer a Quinn como si lo dijera sinceramente y luego le tendió la mano...-¿Procede usted de Noruega?
-Indirectamente -dijo ella- , pasando por Northfield, Minnesota.
 
Y entonces se rió y Quinn sintió que un poco más de sí mismo se derrumbaba.*
 
 
 
 
 
* Tomado de "Ciudad de cristal", novela de Paul Auster, perteneciente al libro "La trilogía de Nueva York".