MITOS ANCESTRALES: EL CONEJO EN LA LUNA.
Cuando vemos la Luna llena, los relieves de la superficie lunar crean sombras que los humanos que desde épocas milenarias las observamos, imaginamos diversas figuras: unos dicen que se ve a una anciana que carga un haz de leña, otros que una cara regordeta y muchos individuos y pueblos han visto a un conejo, nuestros antepasados de la vasta Mesoamérica también lo vieron y crearon un mito maravilloso, que no solo explica la presencia del conejo en la cara visible de la Luna, sino toda una cosmovisión acerca de la creación del Universo.
La historia comienza cuando el mundo estaba en tinieblas y hubo una reunión urgente y extraordinaria de todos los dioses en Teotihuacan para tomar una decisión fundamental ¿quién y cómo se va a iluminar al mundo?, Tecuziztécatl, un dios apuesto y rico (hasta en el ámbito divino hay clases sociales) se ofreció para la misión, pero el consejo de dioses quería que no fuera solo, sino que algún otro dios lo acompañara, se le hizo la propuesta a varios, pero se excusaban y le sacaban a la responsabilidad, entonces llegaron a Nanahuatzin (el buboso), un dios feo, pobre y enfermo que estaba lleno de bubas o tumores en todo el cuerpo, éste aceptó y pasaron a decidir el método para la iluminación.
Y fueron a la C.F.E., pero como el trámite era muy engorroso y tardaba demasiado, decidieron hacerlo más fácil y por su cuenta: primero permanecieron cuatro días en penitencia, perforándose distintas partes del cuerpo, Tecuziztécatl, con puntas de piedras preciosas y Nanahuatzin con puntas de maguey, al tiempo que entregaban ofrendas a lo divino para facilitar el trámite, el primero, plumas preciosas y bolas de filamento de oro, además de resinas finas para quemarse y producir deliciosos aromas, el segundo, manojos de cañas verdes y bolas de heno.
Terminada la penitencia, se encendió una gran hoguera que fue alimentada durante otros cuatro días y al término de ellos, se pusieron los dos sacrificados frente a la hoguera a la que debían lanzarse, Tecuziztécatl por su posición social, tuvo el honor de lanzarse primero, pero a la hora de la hora, tuvo miedo y de cuatro veces que hizo intento de lanzarse, cuatro veces se rajó y puesto que el reglamento de competencia no permitía un quinto intento, quedó descalificado.
Entonces vino el turno para el dios buboso, quien sin dudar, cerró los ojos y se lanzó al primer intento, el dios rico avergonzado por el ejemplo, se lanzó también y ambos fueron consumidos por las llamas, después los demás dioses se sentaron a esperar la salida del Sol, mientra hacían apuestas sobre la dirección en que aparecería el astro rey, de pronto y por el oriente apareció Nanahuatzin convertido en un astro brillante y cegador, poco tiempo después también apareció Tecuziztécatl, convertido en la Luna, con igual brillo y esplendor.
Entonces los dioses pensaron que no podía haber dos astros con brillo idéntico y decidieron atenuar la luminosidad de la Luna, tomaron un conejo y lo arrojaron a la cara de la Luna para opacarla y allí quedó la figura del animal, marcada para la eternidad.
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