martes, 6 de marzo de 2012

MÉXICO LINDO Y QUERIDO. La Nefasta Trinidad II.


LA NEFASTA TRINIDAD II.



 


El famoso "pacto social", entre el estado y la sociedad, que no era un trato consensuado sino impuesto y en el que el aparato estatal, era algo cercano al Estado benefactor que subsidia actividades económicas, crea empleos y diseña programas de asistencia y desarrollo social, o sea, más o menos lo que cualquier estado moderno debe hacer, reclamaba a cambio, apoyo incondicional de los trabajadores del campo, la industria, los servicios, además de pequeños comerciantes, profesionistas y otros sectores.

Para asegurarse de que el sistema funcionara, el populismo paternalista que trataba al ciudadano como menor de edad que necesita de la tutela estatal, se apoyaba en el corporativismo que ejercía un control férreo sobre la sociedad, presidida por un Poder Ejecutivo, con poderes casi absolutos y el resultado era: "la dictadura perfecta", como la llamó Mario Vargas Llosa o la "dictablanda" como la bautizaron los estudiosos de ese sistema político que duró setenta años con una estabilidad envidiable que despertaba la curiosidad de estudiosos de la historia, la sociedad y el estado de todo el mundo.

Un sistema así aseguraba: que los trabajadores estuvieran controlados por los sindicatos oficiales, que los conflictos en el campo no llegaran hasta la cúspide del gobierno y se "resolvieran" en cuanto empezaban, que la burocracia fuera dócil, que los grupos disidentes no encontraran bases sociales fuertes para crecer y que todas las elecciones, en el nivel que fuera (federal, estatal o municipal, diputados y senadores) las ganara el partido oficial, y no porque fuera el único, como en los estados proletarios, sino porque controlaba todo, y todo incluía los procesos electorales, de modo que nunca teníamos un presidente de la República que no fuera del PRI, nunca ningún estado de la federación fue gobernado por otro partido que no fuera el PRI, e incluso las presidencias municipales, todas las diputaciones y senadurías, estaban ocupadas por priístas.

Pero como "no hay mal que dure cien años", el sistema monolítico empezó a tener grietas y cuarteaduras a partir de la década sesentera, cuando profesores, médicos y ferrocarrileros lograron hacer crecer movimientos sindicales disidentes (1958) y sobre todo cuando el movimiento estudiantil de 1968, cuestionó, incluso para los hombres del sistema, la viabilidad de continuar viviendo con ese autoritarimo abrumador y asflixiante, en los setentas y ochentas vinieron la pérdida de fuerza de las centrales obreras oficiales y el crecimiento del sindicalismo independiente, los movimientos sociales de distintas orientaciones y la irrupción de la sociedad civil participando en la vida política, social y económica con nueva fuerza.

El año 2000 marcó un parteaguas, el PRI perdía por primera vez la elección presidencial y desde unos años atrás, ya había gobernadores, presidentes municipales, diputados y senadores de otros partidos, la tradición del "carro completo" (arrasar con todos los puestos de elección) se retiró al museo, y los mexicanos empezamos a creer que estabamos en los umbrales de nuestro primer sistema político democrático en verdad, después de casi 200 años de la Independencia y casi 100 de la Revolución que se hizo precisamente con ese fin: que México fuera un país democrático.


 

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