PAUL AUSTER
"La trilogìa de Nueva York"
Quinn estaba volviendo a enrollar el cordel para hacer un nuevo intento cuando Auster y su esposa entraron en la habitación. Levantó la vista y vió primero a la mujer. En ese único y breve momento supo que tenía problemas. Ella era alta, delgada, rubia, uns belleza radiante, con una energía y una felicidad que parecìan hacer invisible todo lo que la rodeaba. Fue demasiado para Quinn. Sintió como si Auster le estuviera atormentando con todo lo que habìa perdido, y reaccionó con envidia y rabia, con una lascerante autocompasión. Sí, a él también le gustaría tener aquella mujer y aquel niño, estar sentado todo el día pariendo bobadas sobre libros antiguos, estar rodeado de yoyos y tortillas de jamón y plumas estilográficas. Rezó para sus adentros pidiendo la salvación.
La mujer le dirigió una sonrisa, dijo que se alegraba de conocer a Quinn como si lo dijera sinceramente y luego le tendió la mano...-¿Procede usted de Noruega?
-Indirectamente -dijo ella- , pasando por Northfield, Minnesota.
Y entonces se rió y Quinn sintió que un poco más de sí mismo se derrumbaba.*
* Tomado de "Ciudad de cristal", novela de Paul Auster, perteneciente al libro "La trilogía de Nueva York".
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